En el primer taller de movimiento se vio una gran mejora en el aspecto de salud en las y los participantes, así mismo, su autoestima crecía cada vez que lograban hacer algo nuevo y siempre mostraban gran interés en cada una de las clases.
Poco a poco se fueron integrando participantes de otras edades, a pesar de que el taller fuera dirigido a los adultos mayores. Esto generó un ambiente familiar, pues los asistentes de menor edad apoyaban a los adultos. Otro punto muy importante a mencionar, es que el taller también funcionó como espacio para la convivencia familiar, pues muchas de las participantes eran acompañadas por sus hijos y esposo.